Martes 22 de Julio de 2025

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Marcelo García: la cara de las víctimas de falsas denuncias

En un fallo histórico dictado tras tres jornadas de juicio oral y público, Marcelo Javier García fue absuelto libremente y sin costas por el Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 del Departamento Judicial de Mercedes. Con esta sentencia, la Justicia no solo ratificó su inocencia, sino que comenzó a reparar el daño profundo y sistemático que este ciudadano sufrió a raíz de una falsa denuncia que lo mantuvo siete años en la oscuridad.

La causa se inició en 2018 y, desde entonces, el militante y ex presidente del Concejo Deliberante de Moreno, García, fue hostigado, señalado, escrachado públicamente, perseguido y amenazado, junto a su pareja, sus hijos menores y toda su familia. Fue víctima de una maquinaria social y judicial que lo colocó en la picota sin juicio ni pruebas, impulsada por intereses personales, políticos y económicos que hoy se desmoronan frente al veredicto absolutorio.

Una mentira sostenida con saña

Todo comenzó con una denuncia que, sin pruebas y con inconsistencias notorias desde el inicio, fue acompañada por un entramado judicial que, en vez de verificar y contener, activó el sistema punitivo sin resguardo alguno del principio de inocencia.

Durante este proceso, Marcelo Javier García vivió un calvario judicial y humano. Fue escrachado en redes sociales, perseguido en su barrio, amenazado en la vía pública, y su familia fue blanco de una violencia simbólica e institucional insoportable. Sufrió hostigamientos sostenidos motivados por disputas políticas, conflictos personales y una cadena de malentendidos que lo colocaron en el ojo de la tormenta.

La condena social antes que la justicia

A lo largo de estos años, ningún medio que lo acusó publicó su absolución, y ningún espacio político que lo expulsó lo reivindicó públicamente. Los medios locales y provinciales lo señalaron sin chequear, lo condenaron sin pruebas, y lo presentaron como culpable sin esperar el fallo judicial.

“Me arruinaron la vida con una mentira. Yo no entendía cómo era esto de que te acusen sin pruebas, de que te condenen sin juicio”, declaró emocionado luego de la sentencia.

Fue denostado y despojado como en una carnicería pública, con una violencia mediática y simbólica que se ensañó con su persona y su entorno más íntimo. Las acusaciones infundadas destruyeron su imagen, sus vínculos políticos y su estabilidad emocional.

Una vida en pie, en el mismo barrio, con los mismos ideales

A pesar de la persecución, García nunca se fue del barrio. Siguió viviendo en su casa, caminando las mismas calles, enfrentando los rumores y comentarios de vecinos, colegas y viejos compañeros. Dio la cara todos los días, mientras criaba a su hijo Viggo, construía una familia junto a Ingrid, y sostenía su red afectiva con sus padres y seres queridos.

“Sigo creyendo en la justicia. Pero la justicia no son las personas que me hicieron esto. La justicia es esta sentencia que hoy me devuelve la libertad.”

Durante estos años oscuros, nunca abandonó sus ideales. A pesar de haber sido apartado de espacios políticos sin posibilidad de defensa, continuó con acciones solidarias, acompañando causas sociales, ayudando a vecinos y manteniendo su compromiso con la comunidad.

Una defensa profesional ejemplar: Fernando Sicilia y Francisco Saracino

La defensa técnica estuvo a cargo de los doctores Fernando Sicilia y Francisco Saracino, quienes no solo realizaron una labor jurídica brillante, estratégica y sostenida, sino que también sostuvieron humanamente a García durante todo el proceso.

Durante las audiencias del juicio, ambos letrados expusieron con claridad, solvencia y firmeza cómo la causa carecía de elementos objetivos, cómo se habían omitido pruebas claves, y cómo se había sostenido una acusación endeble solo por presiones externas y prejuicios sociales.

“Fueron mis abogados, pero también mis hermanos en la lucha. Estuvieron cuando nadie más creía”, expresó García con gratitud.

El fallo absolutorio no solo fue un triunfo legal, sino también una reivindicación ética del rol que la defensa debe cumplir en un Estado de Derecho: garantizar que el sistema judicial no sea una herramienta de castigo arbitrario.

Una familia como escudo frente a la mentira

En estos años de infierno, Marcelo se aferró a su hijo, su compañera, sus padres y sus afectos sinceros. Fueron ellos quienes lo sostuvieron, lo contuvieron y lo ayudaron a seguir caminando cuando todo parecía derrumbarse.

“En esta tormenta inventada casi pierdo mi integridad, pero me sostuve por amor a mi familia. A ellos les debo estar vivo y entero.”

Fue gracias a ese entorno íntimo, unido, amoroso y resiliente, que pudo resistir una embestida emocional, económica y judicial sin precedentes para una persona inocente.

El uso del sistema judicial como arma: un llamado a la reflexión

Este caso revela con crudeza cómo el sistema penal puede ser utilizado como herramienta de extorsión, venganza o castigo político, con consecuencias devastadoras para personas inocentes. La falsa denuncia no solo lo privó de su libertad simbólica, sino que lo condenó al aislamiento, al estigma y a la angustia permanente.

El principio de inocencia fue pisoteado. El debido proceso ignorado. Y la presunción de veracidad, mal aplicada, habilitó una pesadilla de la cual recién hoy empieza a salir.

Justicia es reparación

Marcelo Javier García fue absuelto. Pero la justicia verdadera recién empieza. Queda pendiente una reparación institucional, política, social y mediática. Que los responsables de haber impulsado esta causa sin pruebas, de haberla sostenido con odio y sin ética, y de haberlo condenado públicamente, pidan disculpas o, al menos, guarden el mismo silencio que tuvieron para su absolución.

El caso de García debe servir como faro para otros procesos similares, como símbolo de resistencia frente a la mentira, y como testimonio de que la verdad puede tardar, pero no se oculta para siempre.

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