
Gremiales | 03 de julio
El cierre de la fábrica de papas fritas Gonzalo pone fin a más de 70 años de historia en Mendoza

Después de más de siete décadas de producción, la histórica fábrica de papas fritas Gonzalo, fundada en 1952 por el inmigrante español Gonzalo García, cerró sus puertas y despidió a sus últimos 25 empleados. La emblemática marca, que fue un pilar en las reuniones y celebraciones de Mendoza, ha sido declarada en quiebra, dejando un vacío importante en el mercado de productos de copetín en Argentina.
Gonzalo García, quien llegó a Mendoza desde España con un sueño emprendedor, comenzó a fabricar papas fritas tipo snack en su pequeño negocio, que rápidamente se transformó en una próspera empresa familiar. Durante la década de 1990, la demanda de sus productos creció notablemente, lo que permitió la expansión de su personal y la modernización de su maquinaria. Tras la muerte de su fundador en 2010, sus hijos y nietos mantuvieron vivo el legado, aunque en los últimos años la situación financiera de la empresa comenzó a deteriorarse.
El descenso en las ventas y los problemas económicos llevaron a la empresa a una grave crisis. En los últimos meses, los empleados recibían sus sueldos en dos partes y la situación parecía insostenible. Finalmente, la Justicia concursal de Mendoza decretó la quiebra de la compañía, lo que resultó en la liquidación de sus bienes, incluyendo propiedades y maquinarias. Esta medida afecta directamente a los 25 empleados que, en su mayoría, habían trabajado en la empresa durante décadas y se enteraron del cierre de manera repentina.
La empresa acumuló una deuda que supera los 130 millones de pesos, siendo el principal reclamo por parte de la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA, ex AFIP) de 75 millones de pesos. Los bienes de la compañía se liquidarán en un proceso que se extenderá durante más de un año, con un cronograma que incluye la presentación de pedidos de verificación de créditos hasta mayo de 2025.
Los empleados, muchos de los cuales habían dedicado casi toda su vida laboral a la empresa, expresaron su indignación por la forma en que se gestionó el cierre. Además, denunciaron irregularidades en la administración de la empresa en sus últimos tiempos. En un intento por salvar el legado de la marca y evitar la venta de los bienes, algunos trabajadores propusieron formar una cooperativa para continuar la producción bajo el nombre de Gonzalo. Sin embargo, la iniciativa no prosperó.
Con el cierre de la fábrica, Mendoza pierde una parte importante de su historia empresarial y el mercado de copetines queda marcado por la desaparición de una de sus marcas más queridas.
