Política | 07 de diciembre
Ecos del 17 de Octubre: un Braden sin Perón
A ochenta años del 17 de octubre de 1945, fecha fundacional del peronismo, la Argentina parece más subordinada que nunca a los intereses de las grandes potencias. El presente, marcado por la ideología de extrema derecha que gobierna, es la expresión tardía de una disputa histórica que se renueva: la tensión entre dependencia y soberanía.
Las recientes declaraciones del embajador norteamericano en Buenos Aires, Peter Lamelas, y la decisión del secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, de otorgar una ayuda extraordinaria al gobierno de Javier Milei, actualizan aquella vieja relación de tutelaje político y económico. El objetivo, una vez más, parece ser garantizar estabilidad al Ejecutivo argentino de cara a las elecciones legislativas.
De Braden a Lamelas: una línea de continuidad
El fantasma del embajador Spruille Braden, figura clave en la oposición al coronel Juan Domingo Perón en 1945, vuelve a sobrevolar la escena política argentina. Entonces, el representante de Washington lideró abiertamente a los sectores opositores, articulando la “Marcha de la Constitución y de la Libertad” y presionando para excluir a Perón del poder.
Braden, que asumió su cargo poco después de la muerte de Franklin D. Roosevelt, encarnaba la política exterior de posguerra basada en la cooperación entre las potencias vencedoras y la eliminación de gobiernos “no democráticos”. En ese marco, Perón era visto como un obstáculo “nazi-fascista” que debía ser removido.
Durante su breve gestión, el embajador estadounidense se convirtió en un actor político interno: impulsó a la Sociedad Rural, la Unión Industrial y los grandes medios a enfrentar al gobierno militar. Su misión era clara: forzar una transición bajo tutela de Washington. Pero el 17 de octubre de 1945 alteró todos los planes. Las movilizaciones obreras y populares en defensa de Perón frustraron la injerencia extranjera y marcaron un hito de autonomía nacional.
Un presente de dependencia
Ocho décadas después, el escenario parece invertido: hay un Braden, pero sin Perón. La Argentina actual exhibe una subordinación inédita a los intereses de Estados Unidos, que encuentra en el gobierno de Milei a su socio ideológico más fervoroso en la región.
A diferencia de su antecesor histórico, Lamelas no es un diplomático de carrera sino un empresario cercano a Donald Trump, enviado con una misión explícita: garantizar la aplicación directa de un modelo neoliberal en crisis global. En paralelo, la Casa Blanca busca frenar la expansión de China en América Latina y fortalecer su control financiero y militar en un mundo cada vez más multipolar.
“Por primera vez en la historia argentina, la política exterior está completamente anudada a las prioridades de Washington”, señala Rapoport. “Eso clausura cualquier posibilidad de una política propia y regional, y dilapida la soberanía nacional.”
El espejo del pasado
El paralelismo histórico se vuelve inevitable. En 1945, la disputa entre Braden y Perón condensaba el enfrentamiento entre dependencia y emancipación. Hoy, bajo una nueva hegemonía conservadora, se reedita esa misma tensión con otros nombres y contextos.
La deuda externa, que ya equivale al 50% del PBI, está controlada por acreedores en dólares y condiciona toda la política económica. “Esa es la verdadera dolarización que prometió Milei —advierte el autor—: un país de ludópatas endeudados, sometido a los dictados del Tesoro norteamericano.”
El próximo 26 de octubre, cuando la sociedad argentina se exprese en las urnas, se pondrá a prueba, una vez más, la capacidad de respuesta frente al dominio externo. Ochenta años después, la pregunta sigue abierta: ¿hay todavía una fuerza política capaz de hacerle frente a un nuevo Braden?
